Enfermedades cardiovasculares (ECV)

Enfermedades cardiovasculares (ECV)

Introducción

La alimentación es clave en el desarrollo de enfermedades muy prevalentes como es el caso de las enfermedades cardiovasculares (ECV). Existen diversos componentes nutricionales que contribuyen tanto como factor de riesgo como de protección cardiovascular, eso es precisamente lo que interesa al dietista/nutricionista, pues modificando dichos factores mediante abordaje nutricional se puede intervenir, previniendo y tratando tales enfermedades.

Las ECV constituyen la primera causa de defunción en el mundo y se prevé que lo siga siendo debido al aumento de su prevalencia en los países con menos recursos y al envejecimiento de la población. Los cambios en la dieta producidos a lo largo de los años por diversos motivos resultan cruciales para entender el escenario epidemiológico.

Las enfermedades cardiovasculares son enfermedades del sistema circulatorio de etiología diversa, se clasifican en cuatro tipos generales:

  1. Enfermedad isquémica del corazón
  2. Enfermedad cerebrovascular
  3. Enfermedad vascular periférica
  4. Cardiopatías congénitas y reumáticas

El problema subyacente es la ATEROSCLEROSIS, formación de placas de ateroma como resultado de la acumulación de colesterol plasmático en las arterias, que progresa a lo largo de los años lentamente, obstruyendo los vasos e impidiendo que la sangre fluya hacia el corazón o el cerebro, de modo que cuando aparecen los síntomas, generalmente a mediana edad, suele estar en una fase avanzada.

Pese a que la enfermedad se manifiesta en la edad adulta, los hábitos inadecuados que la promueven comienzan a actuar desde la infancia y deben ser prevenidos lo antes posible, de ahí que la adquisición de una conducta alimentaria adecuada desde temprana edad sea imprescindible para la prevención primaria de estas enfermedades.

Se han identificado diversos factores implicados en la formación de placas de ateroma, sin embargo, los más conocidos son el aumento de colesterol en LDL (LDL-C) en sangre y el descenso de colesterol en lipoproteínas de alta densidad (HDL-C) que es la forma en la que el organismo recapta el excedente de colesterol plasmático y lo traslada al hígado para su reutilización. De todo ello se deduce que un ambiente oxidante será propicio para acelerar dicho proceso aterosclerótico

Etiología de ECV

En general, se puede establecer una clara distinción entre dos tipos de factores que están asociados al desarrollo de ECV:

  1. FACTORES GENETICOS (no modificables): edad, sexo, antecedentes familiares.
  2. FACTORES MEDIOAMBIENTALES (modificables): obesidad, sedentarismo, tabaquismo, dislipemias, hipertensión arterial (HTA) y glucosa.

Estos últimos están asociados al estilo de vida, y muchos de ellos son por tanto modificables, de manera que permiten la instauración de medidas de intervención para su control.

Recomendaciones Nutricionales para la Prevención y Tratamiento de ECV:

1.Cantidad lipídica (grasa)

La reducción del consumo de grasa total ha sido en los últimos años el foco principal de las recomendaciones dietéticas, la palabra “grasa en la dieta” se ha convertido en sinónimo de obesidad y enfermedades del corazón. En respuesta a ello la industria alimentaria ha producido numerosos productos comerciales como “bajo en grasa” o “0% de grasa” pero con altas cantidades de hidratos de carbono refinados. En EEUU el consumo de grasa ha disminuido y sin embargo la ingesta calórica sigue en aumento y por lo tanto la obesidad y la diabetes tipo 2, siguen aumentando de forma espectacular.

Por tanto la clave no está en reducir la ingesta de grasa total, puesto que ello conlleva aumentar inevitablemente el consumo de hidratos de carbono que normalmente son de alto índice glucémico, altamente nocivos (azúcares sencillos), de ello hay que concienciar a la gente pues lo más peligroso es que es desconocido para el público. La clave está en sustituir la grasa por otra grasa de mejor calidad, aunque el nutricionista no debe pasar por alto la cantidad total y darle la importancia que realmente tiene, hay que ceñirse a la recomendación, y así hay que trasladárselo al paciente, el cual debe vigilar ambos factores por igual.

2.Calidad lipídica

Las recientes guías alimentarias lanzan un mensaje claro, enfatizando la importancia de la calidad de la grasa. Si se siguen estas directrices pueden ejercer un gran potencial en la reducción de ECV, sin embargo, ello va a requerir grandes esfuerzos educativos para desterrar la idea que el público tiene de las grasas como “enemigo numero uno”.

El paciente debe entender que no debe restringir la ingesta de grasa, las grasas no son enemigas, hay que elegir las adecuadas y potenciar los alimentos ricos en éstas. En este sentido debe saber que no todos los alimentos ricos en grasas nocivas son igualmente perjudiciales. Debe aprender a identificar todas aquellas fuentes de grasas trans, las más adversas de todas, y trasladarle la importancia de su restricción. Por desgracia para la mayoría de la gente son totalmente desconocidas.

Hay que destacar la importancia de la restricción de grasa láctea, apostando por los lácteos de menor contenido en grasa, antes la leche que la mantequilla, y desnatados. La conclusión razonable a partir de la evidencia epidemiológica es que cuando la grasa láctea se consume en grandes cantidades, nata o mantequilla, el riesgo de eventos CV es mayor, sin embargo si se modera su consumo con alimentos como la leche desnatada o se potencia el consumo de alimentos fermentados como yogur o queso el riesgo de eventos CV se verá reducido.

La asociación nula entre consumo de huevos y cardiopatía coronaria pueda explicarse aparte del hecho corroborado del efecto negativo pero débil del colesterol dietético sobre los niveles séricos del colesterol, pues en el huevo coexisten otros factores dietéticos cardiosaludables, grasas insaturadas, vitaminas como el ácido fólico, complejo B y minerales que posiblemente contrarresten, por los efectos beneficiosos que aportan. Por todo ello siempre vigilando su ingesta puede ser un excelente sustituto de otras fuentes de grasas saturadas más perjudiciales como los lácteos o las carnes rojas. El paciente debe saber que el huevo a pesar de su contenido en grasas adversas es el menos perjudicial de todos los alimentos que se pueden considerar nocivos, por el aporte de otros nutrientes que contrarrestan dicho efecto, siendo una alternativa excelente para alimentos saturados más perjudiciales.

El paciente también debe saber que no todos los alimentos ricos en grasas insaturadas reportan el mismo beneficio CV. Se debe destacar el papel cardioprotector de ciertos alimentos como los frutos secos, en especial las nueces, y de ciertos aceites como el de oliva. Quizá debido a un posible mayor desconocimiento por parte del público se debería hacer un esfuerzo mayor en dar a conocer otros aceites como el de soja o cánola.

3.Carga y calidad glucídica ( carbohidratos)

El paciente debe conocer la importancia de moderar la ingesta de HC totales, puesto que una ingesta excesiva lleva implícita inevitablemente ingesta elevada de HC de alto IG ( índice glucémico) y azúcares. Debemos trasladar al paciente el enorme perjuicio CV que puede suponer la elevada ingesta de alimentos refinados y la importancia de desterrarlos de nuestra dieta. La evidencia científica es contundente al respecto, la fibra dietética nos protege de ECV, pero siempre que no se consuma de manera aislada, pues no se debe prescindir de otros componentes bioactivos  presentes en los alimentos ricos en ella, que redundan en protección CV.

La recomendación debe ser por tanto potenciar el consumo de fibra dietética, pero siempre dentro de un contexto de alimentación saludable, recomendando alimentos como verduras, hortalizas, frutas frescas, frutos secos, legumbres, resaltando la soja, y cereales integrales, poniendo especial énfasis en estos últimos. El contenido en fibra total aportada por todos ellos debe alcanzar un mínimo de 25 g/día para conseguir protección CV.

4.Conclusiones: Las recomendaciones nutricionales en ECV serán las siguientes:

Moderar la ingesta de grasa total, 25%-35% de la energía.

Seleccionar adecuadamente el tipo de grasas sustituyendo alimentos ricos en grasas saturadas y trans por alimentos ricos en insaturadas:

  1. Reducir al máximo el consumo de alimentos procesados ricos en trans: platos precocinados (pizzas, canelones, lasaña..), aperitivos grasos (patatas chips, croquetas, snacks en general, fritos de pescado), pan de molde, margarinas, bollería, palomitas de maíz, crema de cacao, bollería industrial…
  2. Moderar el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas y colesterol: huevos, carnes rojas y lácteos. Daremos preferencia a los huevos, estupendo sustituto de las carnes rojas.
  3. Vigilar los lácteos, sobre todo, mantequillas y natas. Se debe elegir leche, yogur y queso a ser posible desnatados.
  4. Potenciar el consumo de alimentos ricos en grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas: frutos secos, sobretodo nueces y cacahuetes, pescados, aceites vegetales como cánola, soja, y aceite de oliva.

Moderar la ingesta de HC  totales , 40-45% de la energía.

Seleccionar adecuadamente  el tipo de HC sustituyendo alimentos ricos en HC de alto IG y azucares, alimentos refinados, por alimentos ricos en HC de bajo IG y alto contenido en fibra: 

  1. Reducir al máximo alimentos como pan, arroz, y alimentos ricos en azucares, caramelos, pasteles, helados,      refrescos azucarados…..y potenciar el consumo de pan, arroz, pasta integral.
  2. Potenciar al máximo la ingesta de fibra (hasta 25 g al día) mediante productos completos de origen vegetal          como legumbres, frutas frescas, frutos secos, verduras y hortalizas.